jueves, 19 de febrero de 2015

El camino del IroMan

Mucha gente me lo pregunta a menudo. ¿Cómo sacar tiempo para preparar una prueba que requiere un entrenamiento mínimo de seis días a la semana durante nueve meses? No hay una respuesta única ni fácil. Las tres palabras que se me ocurren como respuesta acaban en "ión": pasión, organización e improvisación.
Demos por hecho que el aspirante a Ironman tiene clara su pasión. El resto consiste en hacer una evaluación del entorno personal de cada uno: horarios, situación laboral, familiar, escenarios para el entrenamiento, material... Si todo ello nos da una respuesta favorable, el siguiente paso es comunicarlo. A los amigos, a la familia, a los compañeros de trabajo... Que todo el mundo sepa que en las próximas treinta y tantas semanas vamos a estar inmersos en un viaje que muy poca gente entiende. A partir de ahí, es cuestión de cada uno.
¿Cómo lo hago yo? Podría decir que todo no sopla a favor. No puedo estar a las 9 de la mañana en una piscina, mi mujer ha sido espectadora de un Ironman y desde que lo vio sabe que estoy inoculado por el vicio, tengo una playa y una autovia  al lado de casa y una piscina a 20 minutos de casa, según me cuadre.
Las horas entre semana son muy escasas por mi trabajo. Dos o tres horas en las que cabe una sesión de carrera a pie o de bicicleta. La hora de cenar es fundamental para meter lo que no puedo por la tarde, bien carrera o bien natación. Para las sesiones más largas, las matinales de los sábados y los domingos o los días libres entre semana son perfectos.
Visto así parece sencillo pero no lo es.Trabajar temprano por la mañana significa acabar tarde por la noche de entrenar. O sea, dormir poco. Seis, siete horas. No más.  a la hora de comer significa no comer o comer mal, o deprisa y renunciar a cualquier acto social. Salir los sábados y los domingos por la mañana es quitar horas del ocio familiar, no estar con la niña el tiempo suficiente.
El entrenamiento cabe, sí, claro que cabe. Pero detrás hay un equipo que te tapa si apuras la llegada a la reunión del mediodía o eres el último en volver de comer. Es imposible hacerlo sin la complicidad del equipo familiar.
A cambio, hay que estar dispuesto a entrenar en cualquier horario y lugar, ir siempre con la mochila preparada en el coche, improvisar cuando la cosa se tuerce, meterse en el agua cuando no apetece, correr de noche, pedalear con poca luz si es necesario. Lo peor es que te saquen de la rutina. Cualquier imprevisto hace que el plan que tenias preparado el domingo por la noche salte por los aires. Nada de viajes ni de cenas que te compliquen la vida.
Sólo quienes estén o hayan estado inmersos en la aventura saben de lo que estamos hablando. "¿Dónde vas ahora?" "¿Por qué no lo has hecho antes?" "¿Qué te toca mañana?" "Ya sé que no pero ¿podrías ir tú a...?" son preguntas que resuenan en la cabeza del aspirante cuando cierra la puerta para ir a entrenar. Que no te echen del trabajo o de casa es, simplemente, un acto de generosidad.

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